La crisis de los valores de la modernidad
Resultado de imagen para crisis de los valores en la modernidadEn nuestros días es muy común escuchar, sobre todo cuando nos referimos a los grandes problemas que aquejan a las sociedades actuales, frases como las siguientes: “En realidad lo que está en crisis son los valores”; “Los valores se han ido perdiendo”; “Ya no hay valores”; “La crisis actual, más que otra cosa, es una crisis de valores, una crisis moral”. Al respecto, las preguntas que tenemos que plantearnos son las siguientes: ¿A qué tipo de valores nos estamos refiriendo? ¿Cuáles son los valores que han entrado en crisis y cuáles no? ¿Cuál es el contexto y/o los contextos donde se origina la llamada “crisis de valores”? ¿Se trata de una situación particular, de acuerdo a como cada quien la vive, o bien, se trata de una situación más estructural e integral? Cuales quiera que pudieran ser las respuestas a estas y otras cuestiones, lo cierto es que el estado que guardan las sociedades contemporáneas revela claramente que vivimos sumidos en una crisis moral y social en todos los ámbitos. Cada vez más nos percatamos del incremento de la violencia, la impunidad, la corrupción en el plano individual y gubernamental, la prevalescencia de una cultura del hedonismo (el placer por el placer mismo), el consumismo y el individualismo posesivo (el tener para ser), la venalización de la vida (el ocuparse de cosas triviales), así como la colonización de la vida y del propio pensamiento. Según Hans Küng, el panorama actual no podría ser más desalentador:

Cada minuto gastan los países del mundo 1.8 millones de dólares en armamento militar. 

Cada hora mueren 1.500 niños de hambre o de enfermedades causadas por el hambre.

Cada día se extingue una especie de animales o de plantas.

Cada semana de los años 80, exceptuando el tiempo de la Segunda Guerra Mundial, han sido detenidos, torturados, asesinados, obligados a exiliarse, más hombres que en cualquier otra época de la historia.

Cada mes el sistema económico mundial añade 75.000 millones de dólares a la deuda del billón y medio de dólares que ya está gravando a los pueblos del Tercer Mundo.

Cada año se destruye para siempre una superficie de bosque tropical, equivalente a las tres cuartas partes del territorio de Corea (el subrayado es nuestro).

Para situar en su real dimensión esta crisis del momento, habrá que reconocer que la misma no es sino la expresión de una profunda crisis epocal, que tiene que ver más directamente con la crisis de los valores propios de la cultura occidental, más concretamente, eso que hemos dado en llamar “modernidad”. La modernidad entendida como el intento epocal de “racionalización no sólo de la naturaleza sino también de la sociedad”. En esta perspectiva, continúa diciendo Villoro: 

“Sólo la modernidad intentó la construcción de una sociedad política con base en reglas puramente racionales. Sólo ella concibió la sociedad como resultado de un acto racional y libre de individuos o bien como efecto-causas sometidas a leyes necesarias”.

 Se trata de una crisis estructural que engloba a toda la humanidad. Lo que está en crisis son propiamente los valores en los que apuntaló sus bases materiales y espirituales la modernidad, es decir, el desmoronamiento de las tradiciones, del sentido global de la vida, de criterios éticos universales, y la carencia de nuevos fines para las sociedades contemporáneas, que se vuelven cada día más complejas e impredecibles. En esta contexto, reina en todas partes una crisis de orientación, que a pequeña escala tiene que ver con la frustración, el miedo, la drogadicción, el alcohol, el SIDA, el terrorismo internacional y la criminalidad de muchos jóvenes, así como los nuevos escándalos políticos, económicos, sociales y sindicales.

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